Tengo otros datos

● La política energética del presidente de los Estados Unidos es diametralmente opuesta a la de la mandataria mexicana. Mientras que la del primero se basa en un modelo de rentabilidad económica con el uso intensivo de recursos fósiles, sin considerar el impacto ambiental, la presidenta Claudia Sheinbaum propone un esquema centrado en energías renovables y en la reducción del cambio climático.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos marcó un giro significativo en la política energética del país. Desde su primer día en el poder, Trump declaró: “Estados Unidos cuenta con los mayores yacimientos de petróleo y gas del mundo, y vamos a usarlos”, anunciando así una estrategia diametralmente opuesta a la de su antecesor. Su enfoque dejó de lado las energías renovables, reforzó la explotación de recursos fósiles, fomentó la exportación de gas y minimizó las políticas ambientales.
En contraste, la política energética de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, sigue un rumbo opuesto al de su homólogo estadounidense. Su administración, dentro del llamado “segundo piso” de la Cuarta Transformación (4T), apuesta por la modernización y ampliación de la infraestructura energética para garantizar una transición ordenada hacia fuentes de energía limpia y renovable.
El pasado 20 de enero, Trump firmó una orden ejecutiva para retirar, por segunda vez, a Estados Unidos del Acuerdo de París, además de otras medidas que priorizan los combustibles fósiles sobre las energías renovables. La orden, titulada Putting America First in International Environmental Agreements(Poniendo a Estados Unidos primero en acuerdos ambientales internacionales), sostiene que estos tratados desvían fondos de los contribuyentes hacia países que, según su administración, “no los necesitan ni los merecen”.
El Acuerdo de París busca mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo de 2 °C respecto a los niveles preindustriales y limitarlo, en la medida de lo posible, a 1.5 °C. Sin embargo, con la salida de Estados Unidos del tratado, el país ya no estará obligado a presentar planes periódicos de reducción de emisiones contaminantes.
Estados Unidos es uno de los países con mayores niveles de contaminación en el mundo, y la administración de Trump no ha mostrado interés en revertir esta situación. Su política favorece el uso de automóviles de combustión interna impulsados por energías fósiles, así como la generación de electricidad con plantas de carbón y combustóleo, priorizando la rentabilidad económica sin considerar el impacto ambiental.
Poco antes de dejar el cargo, Joe Biden había elevado los compromisos climáticos del país, estableciendo una meta de reducción de emisiones de entre el 61 % y el 66 % para 2035, en comparación con los niveles de 2005. Con Trump en el poder, este objetivo deja de ser prioritario. Un análisis del medio especializado Carbon Brief estimó que, si Trump regresaba a la presidencia, Estados Unidos podría emitir hasta 4,000 millones de toneladas adicionales de dióxido de carbono para 2030, en comparación con las políticas de la administración Biden.
Mientras tanto, en México, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó el Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional durante la conferencia matutina del 5 de febrero. Este plan establece que el 54 % de la generación eléctrica estará a cargo de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), mientras que el 46 % restante será operado por empresas privadas. A diferencia de la política estadounidense, la estrategia mexicana busca incrementar la participación de fuentes renovables en la matriz energética nacional.
“Un porcentaje muy importante de la generación provendrá de energías renovables. Sin embargo, para incrementar su uso, es necesario contar con respaldo, ya que estas fuentes solo producen electricidad cuando hay sol o viento”, explicó Sheinbaum.
La secretaria de Energía, Luz Elena González, añadió que “los proyectos que se desarrollarán, tanto por la CFE como por el sector privado, contarán con esquemas financieros innovadores y sustentables”. Actualmente, la CFE genera el 16.4 % de la energía limpia del país, siendo las plantas hidroeléctricas las principales fuentes de electricidad renovable, con un aporte del 13.21 % del total.
Así, mientras la política energética de Trump prioriza la explotación de combustibles fósiles, el gobierno de Sheinbaum apuesta por un modelo que fomente el uso de energías limpias y sostenibles.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador invirtió 1,553 millones de dólares en la modernización de turbinas en 16 hidroeléctricas, lo que permitirá adicionar 535.6 MW de energía eléctrica limpia y renovable.
El proyecto energético presentado por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, contempla la construcción de nuevas plantas generadoras de electricidad, la mayoría de ellas enfocadas en energías limpias y renovables. Entre ellas se incluyen siete centrales eólicas, nueve fotovoltaicas y otras de ciclo combinado.
Si bien las plantas de ciclo combinado no se consideran energías limpias, operan con gas natural, un combustible de transición con menores emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con otros hidrocarburos.
Durante la conferencia matutina del 21 de enero, la presidenta Sheinbaum cuestionó la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, un pacto internacional que busca reducir las emisiones de gases que provocan el cambio climático.
La mandataria destacó que existen dos formas de enfrentar esta crisis: la mitigación, que implica evitar la emisión de gases de efecto invernadero, y la adaptación, que busca ajustar las sociedades a los cambios climáticos ya en curso. “En este último aspecto, están trabajando tanto la Secretaría de Medio Ambiente como la Secretaría de Agricultura”, señaló.
México ha reafirmado su compromiso con el Acuerdo de París, asumiendo la meta de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 22 % para el año 2030. Gracias a las políticas implementadas por la presidenta Sheinbaum, el país está encaminado a cumplir este objetivo.
Las diferencias entre las políticas energéticas de México y Estados Unidos son evidentes. Mientras el gobierno estadounidense prioriza la rentabilidad económica sin estrategias claras para disminuir las emisiones contaminantes, la administración de Sheinbaum ha diseñado un plan integral para cumplir con los compromisos internacionales y combatir el cambio climático, una crisis que ya está causando serios problemas en todo el planeta.
Por Eduardo Esquivel